Claves para estar a la moda... ¿?

Según el Diccionario de la Real Academia Española, “moda” es el uso, modo o costumbre que está en boga durante algún tiempo, o en determinado país, con especialidad en los trajes, telas y adornos. Una definición más clásica dice que “es una costumbre iniciada por una minoría prestigiada e importante, que llega a la sociedad y es aceptada por ella”. Existe una definición de neto corte periodístico: “la moda es un fenómeno social colectivo que retrata a un pueblo. Surge de la vida misma como medio de expresión y comunicación”. Para la periodista Margarita Rivière, la moda es como “la narrativa difusa que ha movilizado masivamente la gente de esta época para ver, comprar y convertir esa narración en parte de uno mismo”. Los sociólogos más serios aseguran que todos tenemos varias identidades y que de ello hay que congratularse puesto que es síntoma inequívoco de que llevamos la pluralidad dentro de nosotros mismos. La moda, en este caso, sería ese mecanismo sutil que hace aflorar a la vez lo conocido y lo desconocido de cada individuo.
Pero aquí utilizaremos el concepto de moda que más se adecua a nuestro objetivo: “Moda son los gustos pasajeros que condicionan costumbres y tendencias en cualquier aspecto de la vida, aquello que tiene la atención general centrada en sí y crea un momento a su alrededor”.

Para algunos analistas y decisores políticos, según visto y leído en los últimos tiempos, evaluar el desempeño de los docentes pareciera adecuarse a esta última acepción del vocablo. El "fenómeno", de esta manera, llevaría implícito las condiciones básicas de "la moda": sentido de fugacidad, interés por el cambio espectacular, amor incondicional por todo lo que signifique novedad. Pero, todo lo que es moda, pasa de moda, y esa facilidad para no permanecer es lo que define como auténtico al proceso...
En las últimas horas el ministro de Educación porteño, Esteban Bullrich, presentó los resultados de una evaluación realizada a 255 maestros deprimaria de 1°, 2° y 3° grado, realizada durante octubre último.
En la presentación, Bullrich manifestó que "la evaluación docente arrojó como resultado un bajo desempeño de los docentes en el área de matemática, ya que el 27,9% se ubicó en el mínimo nivel”, lo que podría leerse como que 72,1% de los evaluados "desaprobó" matemáticas. Un hecho para remarcar: un ministro, en Argentina, que dice con números en la mano que algo está mal… Cierto es que la muestra es poco representativa  del universal al que pertenece (total de docentes de Educación Primaria de la Ciudad). Pero es importante el reconocimiento…
Asimismo, el ministro expresó que a partir del 2012, las evaluaciones dejarán de ser voluntarias y pasarán a ser obligatorias para todos los docentes de Primaria, destacando -no puede faltar para cumplir con una de las "condiciones básicas"- que estas iniciativas ¨no presentan antecedentes en la Ciudad de Buenos Aires¨.
En paralelo, apoyando el anuncio realizado por Cristina Fernández de Kirchner en su discurso en la Asamblea Legislativa (minuto 59:08 en adelante, de la manera que nos acostumbró nuestra presidente), el ministro nacional del área educativa, Alberto Sileoni,
difundió mínimos detalles de la propuesta que impulsará la elaboración de una evaluación docente federal, "no para sancionar ni generar categorías salariales, sino para ayudarlos" e indicó que “serán consensuadas con los gremios".
La evaluación como juicio y catalogación de la acción de los docentes, aún con mecanismos no formales, es algo que en las instituciones educativas se ha hecho de manera permanente. Directores de establecimientos, alumnos y las mismas familias, evalúan el comportamiento pedagógico de los docentes. Como es de esperar, los criterios y perspectivas con qué se evalúa y desde dónde se evalúa, difieren en estos casos.
Sin embargo, existe una constante: cada vez que se propone hacer una evaluación con carácter sistemático, no sólo en la Argentina, los docentes la consideran una “posible amenaza”. No hace falta más que leer las respuestas que ofrecieron algunos gremios locales docentes sobre ser evaluados (antes de que la presidente lo mencionara) para corroborar estas posiciones.
Para algunos la preocupación por evaluar a los docentes parece estar ligada a los avances y desarrollos educativos de las recientes reformas que se están dando en la región y que están más centradas en la “calidad educativa” que en la “ampliación de cobertura”, vinculada más a las etapas de construcción del Estado Nacional y los sistemas educativos nacionales durante los años de la Modernidad.
Pero más allá de cómo haya surgido el interés, quién lo haya introducido en el discurso educativo o los objetivos casi perversos que algunos ven detrás de ella como “resabios del neoliberalismo de los 90”, preferimos aceptar posiciones un poco más “descontracturadas” y menos “dramáticas”. Nos guía en esto, casi con seguridad, la frase de Fernando Haddad, Ministro da Educación de Brasil, publicada en el marco de un reportaje hecho por Folha de San Pablo el 20 de noviembre de 2005: “Todo proceso educativo reclama evaluación. No hay profesor que no someta a sus alumnos a una evaluación...”
Producto de ello, y hasta por la simpleza de los conceptos –algo a lo que no nos tienen acostumbrados los cientistas sociales– nos pareció oportuno revisar algunas de las premisas que se vienen desarrollando sobre el asunto. Y para el caso tomaremos el país de origen de este ministro. En primer lugar, Brasil definió, como “principio rector” la búsqueda de la construcción de la autonomía intelectual de los docentes para un ejercicio más calificado de la docencia. Proponen, por lo tanto, que esa autonomía no sea reabsorbida por medio de premios o castigos producto del resultado de las evaluaciones. Para ello consideran que es fundamental concebir e implementar programas evaluativos amplios y orgánicos, de medianos y largos plazos. Estos programas deben promover iniciativas que pongan el foco en la formación de profesores y gestores, para garantizar calificación y apoyo permanente a las prácticas docentes y de gestión en las escuelas públicas. De esta manera, la evaluación emerge como un proceso, con eje en las políticas públicas, que examina las condiciones que crean y/o permiten o no el desarrollo de los maestros y profesores. En ese contexto, evaluar la formación y la acción de los profesionales (¡sí, profesionales!) de la educación es el lógico complemento de un largo proceso de compromisos con la calidad social de la Educación. Seguramente así es mucho más fácil llegar a acuerdos con las representaciones gremiales. En el fondo, no se trata de construir consensos para la implementación de las evaluaciones, sino construir en conjunto –docentes, profesorados, universidades, sindicatos y otros actores sociales– el concepto de “calidad negociada socialmente” que será el norte de las evaluaciones, no sólo para docentes, sino también para alumnos, instituciones, planes y programas (inexistente en la Argentina) y sistemas educativos, tal como hoy es entendida la evaluación en el mundo. Una evaluación que de cuenta también de la necesidad de revisión de la formación inicial, reconociéndola como parte del largo trayecto de una formación continua fundada en principios éticos, democráticos, autónomos y colectivos.
Para sintetizar nuestra idea preferimos replicar la brillante frase que, en estos días, en un corto e insípido informe realizado por C5N, nos decía Lilian M. Lowery, Secretaria de Educación de Delaware, EE.UU.: “Espero que los profesores argentinos usen esta evaluación y le den la importancia que tiene como parte de sus obligaciones profesionales". Casi el único enunciado del informe por el que valió la pena los 4:05 minutos frente al televisor…
Haciendo una “recopilación enumerativa” de vocablos de nuestro texto (casi como “etiquetas”): autonomía intelectual, programas amplios y orgánicos, mediano y largo plazo, calificación y apoyo permanente, calidad educativa negociada socialmente… Palabras, conceptos que sería bueno que empezarán a sumar a su discurso sobre la evaluación, los actores políticos del capítulo argentino de esta historia, para que de esa manera no se convierta sólo en una “moda”…


NOTA: La foto que ilustra el post es parte de la colección de Pablo Ramírez para la temporada verano 2012. Pablo Ramírez es uno de los diseñadores argentinos actuales con mayor éxito en el extranjero y que se ha inspirado, para esta colección, en los guardapolvos y uniformes escolares de antaño. La colección L’Ecole fue la encargada de abrir la pasarela de Buenos Aires Runway 2011. La rigidez de la institución educativa, y aún más la de la primera mitad del Siglo XX, parece a priori poco compatible con los estilos de verano, pero es fiel al estilo Ramírez, quien rehúsa completamente de los típicos estilismos veraniegos. Si les interesa y les gusta pueden ver un poco en este video de la presentación hecha en el CMD (Centro Metropolitano de Diseño) de Buenos Aires.


Comentarios

  1. Flavio, en Netflix ya está el documental que evalúa los pobres resultados de la educacion en EEUU y muestra la complejidad del tema. El titulo responde a la ansiedad por resolver y se llama "Waiting for Superman".
    Yo, por mi lado me sumo a la lista de padres frustrados por intentar mejorar el resultado de la educacion de mis hijos en la escuela publica, la principal muralla de contencion para no mejorar fueron los maestros como muy buenos complices de un mal sistema
    Oscar Delgado

    ResponderEliminar

Publicar un comentario